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Álex Brocca: estos son algunos fragmentos de su libro que involucra a Ernesto Pimentel

abril 17, 2024 –
09:23.
Actualizado en octubre 23, 2024 –
14:02.
Álex Brocca, Ernesto Pimentel

Tras el estreno de la película 'Chabuca', que está basada en la vida de Ernesto Pimentel, el nombre de Álex Brocca nuevamente acapara los titulares de los medios de comunicación debido a que mantuvo un romance con el conductor de televisión.

El bailarín peruano falleció tras una dura lucha contra el sida, enfermedad que le fue diagnosticada en sus últimos años de vida y por lo que decidió escribir el libro ‘Canto de dolor, no repitan la canción’.

En el escrito, que dejó de estar en circulación poco después de su lanzamiento, hay un capítulo titulado ‘Él y yo, dos mundos intrincados’, donde Álex Brocca narra todos los detalles de su amorío con el intérprete de 'La Chola Chabuca'.

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“Cuando lo conocí, Hernán Pretel (Ernesto Pimentel) no tenía ni pizca de la fama que hoy tiene, era un simple bailarín que acababa de conseguir participar en una obra teatral para niños. Si algo me fue enganchando a su vida, no fue precisamente una fuerte atracción, sino la ternura con que se me acercó para conquistarme. Ese afecto, que siempre creí sincero, me llevó a amarlo sin darme cuenta”.

“Llegó a mi vida cuando estaba carente de amor, no tenía ni un perro que me ladrara, o por lo menos era eso lo que creía. Si otros me buscaban y hasta me asediaban, lo hacían para pasar un buen rato y nada más, con él todo parecía distinto, a pesar de que desde el principio se atrevió a decirme que sólo quería que fuésemos amantes. ‘He tenido parejas, nunca amantes. No sé cómo se lleva una relación de amantes, ni me interesa saberlo’, y aunque le dijera aquello, buscaba estar a solas conmigo”.

Brocca menciona que perdonó las actitudes de Pimentel debido a su actitud frente a los niños y lo dura que fue su niñez.

“Hablaba con sentimiento de los niños pobres que conoció, de la ayuda que en esa institución halló y de por qué no pudo ser completamente feliz allí. Por esas penas que venía, perdoné su rudeza conmigo. Ni siquiera había conocido un amor de verdad, antes de mí había estado con un abogado bastante mayor que lo sedujo a los trece años y con quien estuvo hasta los dieciséis. Luego anduvo con uno y otro, hasta que sin darse cuenta había caído en la promiscuidad (…) Nunca dijo que me amaba, por más que le rogara, su expresión seca era: ‘Si estoy contigo es porque me importas mucho, eso debería hacerte más que feliz’. Sin embargo, tenía detalles conmigo, pero igual hacía cada cosa que me removía la azotea".

“En una clase de expresión corporal, al abrirme de piernas, me caí y sufrí un desgarré muscular que me envío dos semanas al hospital. Lo llamaron, porque para nadie era novedad que algo había entre nosotros. Me llevó al doctor de la institución que tanto me había hablado: allí me recomendaron que fuera al hospital para que me sacaran placas, porque temían que podía ser una luxación de la cadera. No podía mover la pierna porque me dolía horrores. La tenía totalmente hinchada, entonces confíe en la preocupación de Hernán, pero, oh sorpresa, cambió de reacción. ‘Toma cuatro soles para que te vayas al hospital’, dijo acompañándome solo al paradero, y por más que le dije que me acompañara porque me hacía difícil caminar, su “no” fue radical. No tuve más remedio que suplicarle que llamara a mi mamá para contarle lo sucedido”.

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“Ella fue a verme al hospital Carrión. Fueron también las hermanas Prado, Arni y otros amigos, y hasta un pretendiente que siempre me llevaba peluches, pero Hernán no apareció jamás. Ya repuesto, al tercer mes, le encaré eso en la Escuela. ‘Si ya tenías quién te fuera a llevar regalitos no era necesaria mi presencia, además sabía que ya estabas bien’, respondió con enojo. Nuevamente, en lugar de disgustarme esa frialdad, me conmovió su escena de celos, y volvimos como siempre”.

Según el bailarín, en una época ambos se quedaron sin trabajo, por lo que no tenían ni para comer: “Éramos el hambre y la necesidad unidos sin saber qué hacer, alimentándonos sólo del amor que nos teníamos, amor que a veces sabía al mejor manjar y, otras, a comida avinagrada”.

“Eran épocas en que almorzábamos arroz con huevo frito y lateábamos, porque ni siquiera teníamos para el micro. Muchas veces, sólo para acompañarlo, íbamos a pie desde su casa, en la cuadra doce de la avenida Arequipa, hasta la avenida Aviación, donde aún queda el Perseo”.

Cabe precisar que en los capítulos finales, Álex Brocca cuenta cómo le dieron el diagnóstico de su enfermedad y la reacción de Ernesto Pimentel tras confirmarse que tenía sida.

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